El sector de los seguros vive un momento apasionante, ya que la inteligencia artificial está cada vez más presente. Sin embargo, aún quedan algunos retos por delante en cuanto al modo en que las aseguradoras pretenden utilizar la IA, así como su posible impacto en la confianza de los consumidores y si provocará la aparición de nuevos riesgos.
En el Reino Unido, la inversión se está volcando en el sector, con unas 40 subvenciones, por un valor total de 13 millones de libras, concedidas ya por el Departamento de Empresa, Energía y Estrategia Industrial a una serie de empresas emergentes de IA. Entre ellas, 1.361.570 £ concedidos a Intelligent Voice y Strenuus, en colaboración con la Universidad de East London, que han desarrollado IA para detectar patrones sospechosos en la voz de las personas que llaman por teléfono al hacer reclamaciones. Aumentar el rendimiento de las reclamaciones
Este tipo de software de IA se está probando en centros de contacto con el objetivo general de ofrecer una forma más eficaz de erradicar a los defraudadores, al tiempo que se acelera el pago de las reclamaciones honestas. En un caso reciente de una aseguradora estadounidense, se elogió el uso de un asistente virtual de IA tras la afluencia de reclamaciones a raíz de los incendios forestales de California de 2018, cuando los clientes a menudo tenían dificultades para hacer llamadas o utilizar teléfonos fijos. Pero, a medida que las aseguradoras empiezan a conocer en profundidad a sus clientes, también se oyen voces de preocupación. El año pasado, el analista McKinsey se refirió a la «avalancha de nuevos datos» con la telemática en los coches, el internet de las cosas y aparatos como Alexa, que proporcionan una proliferación de información que puede ser útil para las aseguradoras. Sin embargo, también existen temores sobre la privacidad y la forma en que las aseguradoras utilizan estos datos para fijar el precio de sus pólizas, con el temor de que algunos queden fuera del mercado por considerárseles poco arriesgados. Por ejemplo, las personas que se unen a un grupo de redes sociales por un problema de salud concreto podrían ver cómo esto repercute negativamente en el precio de su póliza. La IA ya se utiliza de este modo en EE.UU., donde la aseguradora de vida John Hancock ofrece a sus clientes la opción de llevar un rastreador de actividad física que recoge datos sobre lo activos que son, cuántas calorías queman y cuánto duermen. Los que se considere que llevan una vida sana obtendrán una tarifa mejor. Los gestores de riesgos tienen un papel clave
Para los gestores de riesgos, la IA debe considerarse tanto un beneficio potencial como un riesgo potencial. La Asociación de Gestión de Riesgos y Seguros (RIMS) publicó recientemente un informe sobre la IA, en el que afirmaba que esta tecnología en rápida evolución supondrá un cambio significativo, y su duro mensaje a los profesionales del riesgo era que «se pongan con el programa». Según el informe
«En el contexto del riesgo empresarial, la clave para integrar la IA es comprender tus estrategias organizativas en términos tanto de la oportunidad como del peligro que puede suponer la innovación en IA
«.
Añadía que también sería esencial comprender «el papel que desempeñarán el volumen y la calidad de los datos» en la implantación de la IA y ser muy consciente de las responsabilidades en torno a ello. Sin duda, corren tiempos apasionantes para el floreciente mundo de la IA, que está dejando su impronta en los seguros. Pero los gestores de riesgos también deben ser muy conscientes de la ética. El término «IA ética» está cobrando fuerza, y cuestiones como el lugar de residencia, el sexo, la raza y otros muchos factores se utilizan ahora para tratar injustamente a algunas personas, lo que, en última instancia, podría suponer una oportunidad para que las aseguradoras y sus asesores de riesgos demuestren que tienen en cuenta los intereses de sus clientes.